jueves, 10 de octubre de 2013

Comerse el verano

Siempre pasa igual. Viajar es para mí una obsesión. Al llenar el tercer estante de mi Billy con guías de viajes pensé que a ese ritmo, me iba a leer el mundo entero antes de haber podido visitar todos los países del continente que me vio nacer. Ahora ya tengo cuatro estantes llenos, y un quinto que acumula algunas guías pendientes.

A falta de Irlanda, Noruega, Mónaco, San Marino, Chipre (¿esto es Europa? UE sí, por lo menos) y Bielorrusia (que de momento sigue existiendo), ya he estado en todos y cada uno de los estados europeos. Incluso en los más nuevos, también en Kosovo, que a este paso será reconocido antes por Serbia que por España. Pero el hambre no cesa. Nunca cesa. Siempre pasa igual.

Así que hace unos años me lo empecé a tomar con más filosofía. Guardaré las guías de Georgia y Armenia, las que me faltan por leer, hasta que sea factible el visitarlas. Racionaré mi apetito, o lo intentaré. Pero siempre pasa igual.

Me resisto a arrancar del calendario la hoja de septiembre, ese maldito mes que pasa tan deprisa y a la vez tan despacio. Ese mes que desde hace unos años es la bestia de los meses, el de las maratones trabajando, el de la lucha contrarreloj, el de correr arriba y abajo sin tener tiempo de comer. Ese que mientras estás en pleno agobio no ves acabar. Hoy es 10 de octubre y no he arrancado esa página. Es que siempre pasa igual.

Se pasa este mes y te das cuenta de que ese buen tiempo que te iba a dejar ir a la playa un par de veces más ya se ha marchado. Se ha acabado también eso de terminar por la tarde y que aún sea de día. En el gimnasio la piscina descubierta ya está vacía y el socorrista rumbo a Argentina para continuar con su trabajo en el verano austral. Siempre igual.

Octubre y pienso que ya falta poco para las próximas vacaciones, pero han sido hace nada. Los pantalones cortos en primera línea del armario. Aún huele a verano, pero está tan lejos... Acaricio los lomos de mis guías. Japón. Me está mirando la de Japón. Japón es quizá una buena idea. Miraremos la opción de Japón. Pero siempre pasa igual. Me he comido el verano y el empacho me ha cegado. Algunos profesionales le llaman depresión postvacacional.