martes, 29 de abril de 2014

Qué ganas tenía de verte

Qué diferentes son las zonas de llegadas y salidas de los aeropuertos, y cómo me gusta observar allí a la gente. Al margen de la funcionalidad del edificio en sí, los sentimientos de añoranza tienen un matiz especial en cada planta. Arriba, en las salidas, predomina un "te voy a echar de menos", con caras tristes y apenadas. Abajo, en las llegadas, todo son "qué ganas tenía de verte", con sonrisas y alegrías. Son dos maneras de manifestar un mismo sentimiento. Si bien la primera tiene un halo de negatividad inevitable al ser el principio de una temporada de separación física, sería genial cambiarla por un "qué ganas voy a tener de volver a verte" aunque nos cueste.

La despedida se eterniza en esas colas zigzagueantes que parecen no tener fin y esos controles donde siempre descubren que llevas un botellín de agua. Después del último abrazo vienen mil saludos con la mano desde lejos, a cada giro de la cola de los controles, a cada fracción de minuto previa a pasar el escáner, a cada vez que vuelves a ponerte el cinturón tras ser cacheado. Levantas la mano una última vez y luego te la llevas al pecho. Te voy a echar de menos, dicen tus ojos.

El reencuentro es también muy tenso, pero acaba ocurriendo de golpe. Cada vez que se abre la puerta de llegadas rastreo el máximo de caras que puedo procesar en esos segundos de apertura, moviendo la cabeza a lado y lado para poder ver a todo el mundo. Tras diez minutos me doy cuenta de que por la puerta de la derecha sólo salen japoneses, así que tengo que centrar mis esfuerzos en solamente una de las dos. De repente te veo llegar, me escondo y te sigo. ¿Qué pasa, machote? Qué ganas tenía de verte, te digo yo.

miércoles, 23 de abril de 2014

Sant Jordi es laborable


 
Sant Jordi es aún más bonito si cae entre semana. Al contrario de lo que mucha gente de fuera cree, es un día laborable como cualquier otro y es justo ahí donde reside la gracia. La gente va y viene en sus rutinas diarias, abarrotando el metro por la mañana, arrastrando caras de sueño por las calles, pidiendo un café para llevar y dando sorbos rápidos antes de entrar a la oficina o antes de abrir la tienda. Pero hay algo sensiblemente distinto: hay rosas y libros por todas partes.

Las gitanas que te gritan guapo y te ofrecen sus rosas en cada esquina, el grupo de estudiantes que intenta costearse su viaje de fin de curso en la boca del metro, la librera del barrio que ha montado una paradita en la acera y te regala una rosa por cada libro que le compres... Conforme avanza el día la cosa va a más y a más, y es por la tarde cuando cobra su verdadera magnitud: los catalanes en busca de libros inundamos nuestras calles. Literalmente. Los guiris miran incrédulos como, por un día, son apartados del centro de gravedad de la ciudad. Barcelona hoy nos pertenece.

Y Sant Jordi ya es la ostia cuando, por sorpresa, se nos adelanta y aparece donde menos te lo esperas. El abrazo más sincero es el que surge de sentir una emoción verdadera, el que te impide controlar tu reacción, el que hace que te brillen los ojos. Sólo piensas en devolver el abrazo y sólo quieres que el tiempo se pare. Sant Jordi llegará allí donde nazca el cariño, por muy lejos que estés.

martes, 15 de abril de 2014

Finales fatales


Me encantan las novelas y películas que acaban mal. Me fascina que, después de todo el nudo de la historia, el final sea desgarrador. No hace falta que te deje destrozado, como pasa en algunos casos exageradamente crueles, pero el simple hecho de carecer de un final feliz hace muchas veces que la historia sea rabiosamente original. Cuando una novela acaba mal siempre te sorprende, porque en el fondo, mientras lees, estás dando por hecho que todo se arreglará. Es lo que casi todos los lectores esperan.

Si la vida real está llena de historias tristes, de dramas incomprendidos, de sufrimientos crueles y de sueños inalcanzables, ¿por qué la mayoría de ficciones tienen que acabar bien? Estas historias fatales nos recuerdan que los finales no siempre son felices. Que existan finales malos nos hace ser más realistas y no creer que las cosas malas solo nos pasan a nosotros. Al fin y al cabo, después de un desenlace terrible puede haber una nueva historia bonita a punto de empezar. 

En vez de buscar desesperadamente ese final feliz, quizá debemos ocuparnos simplemente de tener una existencia feliz. Si la historia finalmente resulta que no acaba con todo el mundo comiendo perdices, estaremos contentos de haber estado sonriendo un montón de tiempo y deberíamos pensar que no tardaremos mucho en volver a sonreír. Así que vamos a ver Antes del Anochecer para despedirnos a moco tendido de la trilogía. Al menos Grecia siempre será un lugar precioso.

martes, 8 de abril de 2014

Después del atardecer

"Voy a ponerte un vídeo que es muy tú". Cuando te dicen que algo es muy tú es que en algún momento te has abierto tanto que se te ha visto el alma. A partir de ahí luego no hay que sorprenderse cuando pueden acertar el entrante que quieres pedir para compartir, el llavero que vas a escoger entre todos los que te ofrezcan o la planta que más te interesa del Reina Sofía.

Esa planta es la terraza y es que los lugares altos con vistas son una de mis debilidades. Directos al ascensor de cristal, pasando de refilón por una exposición con unos cubos de madera que se iban acumulando, como si fueran los trocitos de fruta en esa macedonia con yogur helado que acabas de sacar de la nevera. Desde aquí arriba es posible sentir algo de vértigo, pero las cosas se ven muy claras. Aquí y ahora estoy feliz. Busquemos el oeste; lo más bonito de esta puesta de sol empieza ahora. Otra cucharada de felicidad, esta vez con un poco de chocolate.

Ese vídeo que es muy yo ahora es una canción que es muy tú. Porque hay canciones que son como un portal mágico: vuelves a escucharlas y te transportan a donde te habías quedado. Así de simple. Suena, y ya estás allí. El círculo se cierra y estamos otra vez donde hemos empezado. Según entro al metro suena Ü Berlin en mis cascos y mi mente se aleja tanto de mi cuerpo que me acaba llevando físicamente a donde me hubiera gustado quedarme.

Hey now, take the U-Bahn, five stops, change the station
Hey now, don’t forget that change will save you

Pero no canta Michael Stipe, cantas tú.

miércoles, 2 de abril de 2014

Sombras y luces

Una misma situación de partida puede vivirse y desarrollarse de maneras muy distintas. Esperarla con ilusión puede llevarte al batacazo si no resulta resolverse como tenías previsto, pero esperarla con miedo puede bloquear que se desarrolle con éxito. A veces no podemos controlar esta lucha interna entre el miedo y la ilusión, entre el escepticismo y la euforia, entre la precaución y la despreocupación. Pero sí que deberíamos poder cerrar los ojos, respirar y empezar a andar. Aparcar a un lado esos temores y simplemente dejarnos llevar.

Una lámpara puede hacer una luz muy bonita y a la vez una sombra muy tenebrosa. Nosotros tendemos a quedarnos con una de las dos partes: o bien nos dejamos cegar únicamente por la belleza de su luz o bien nos asustamos de lo siniestra que es su proyección en la pared. Quizá sea cuestión de echar unos pasos atrás, ver la escena en su conjunto y sonreír. Sonreír porque ahí delante sí que hay cosas que te dan miedo, pero están rodeadas de otras muchas cosas que te gustan o te hacen feliz.

Para este viernes tengo altas expectativas, mucha ilusión y, como no podía ser otra manera, también tengo un poco de miedo. Tras varias noches de teorías y discusiones, y después de estar toda la semana esquivando spoilers, por fin veré el final de How I Met Your Mother. Estoy convencido de que me va a gustar, de que voy a emocionarme y de que la espera habrá valido la pena. Pero muy en el fondo, está ese "¿y si...?" tocando los cojones. Nada, ¿sabes qué? Que llegados a este punto, creo que me va a a encantar aunque termine con una invasión extraterrestre.