lunes, 26 de mayo de 2014

La primera vez

Hay una primera vez para todo. La primera mirada, el primer abrazo, el primer beso. La primera vez que coges un coche, la primera vez que ves el mar, la primera vez que dices esas dos palabras. En ocasiones esa primera vez llega en realidad a la segunda ocasión. Al final, la primera vez acabó faltando tiempo. Al final, la primera vez te dio vergüenza proponerlo. Al final, la primera vez no te atreviste a bañarte. De todos modos, esa segunda vez es en esencia la primera, todo lo anterior han sido meros intentos. 

Hacía buen día y ahí estaba el mar. Daban ganas de darse un remojón, hasta que una ola helada rozó tus pies. Se te pasaron las ganas en un primer momento, pero aún así, querías que ese día fuera tu primera vez. En ocasiones las ganas de hacer algo te cierran la garganta. Puedes pasar horas intentándolo y no articular palabra. Como si estuvieras sentado en una bici a lo alto de una pronunciada cuesta. Sabes que a la que sueltes los frenos vas a salir disparado. Un sólo gesto y ya no hay vuelta atrás. Tenerlo todo tan al alcance de la mano da verdadero vértigo.

Al final no te lanzaste al mar, pero no tardó en llegar esa segunda oportunidad. Esta vez en una playa más ancha, más bonita, más solitaria pero también más fría. Te acercas a la orilla, mojas los pies, sientes el frío intenso. Esta vez vas a lanzarte, seguro. Me miras y sonríes. Una ola que no has visto venir casi se te lleva para adentro. No hay mucho tiempo para pensar, simplemente hay que hacerlo. Soltar el freno de la bici. No puedo esperar más. Yo me tiro de cabeza.

lunes, 19 de mayo de 2014

La paciencia del petirrojo

Cuando éramos pequeños creíamos ciegamente en aquella leyenda urbana que nos contaban nuestras madres sobre el corte de digestión. Aún hoy, a los treintaytantos, se indignan cuando insinuamos que eso de esperar dos horas de reloj a volver a meterte al agua después de comer es una tontería. Pero entonces teníamos dos opciones: contentar a mamá esperándonos o engañar al organismo dando el último mordisco del bocata dentro del agua.

Esperar. Siempre se me ha dado un poco mal. Intento sobrellevarlo haciendo otras cosas para olvidarme de que estoy esperando. Hace muchos años, mientras pasaba el tiempo prudencial que aleja la posibilidad de sufir el mitológico corte de digestión en la playa, tuve una idea. Íbamos a construir un ancla para ir con la barca hinchable donde quisiéramos, dejándola amarrada al fondo mientras buceábamos. Así que agarramos un trozo de madera que vimos por ahí y nos pusimos manos a la obra, tan obsesionados con lograr el objetivo que no nos dimos cuenta de que estábamos tomando el camino equivocado: habíamos olvidado que la madera flota.

Ahora sé que la paciencia tiene su recompensa, por muy larga y difícil que pueda parecer la espera. Soy un poco como el petirrojo que no para de moverse en esa ramita. No siente ninguna amenaza y no necesita cambiar de postura, pero no para quieto. Sólo son tres noches. Salta y salta en su ramita, ahora hacia aquí, ahora hacia allá. Cuando llegue lo que está esperando estallará de emoción. Pacientemente canta y observa lo que tiene alrededor entre saltito y saltito. Mira el reloj constantemente. Las nueve y veinticinco. Las diez y cuarenta. Las once y cincuenta y cinco. Tus ojos buscando los míos entre la multitud. Aquí estamos por fin.

lunes, 12 de mayo de 2014

Rise like a phoenix

 
El pop es importantísimo en nuestras vidas. Nunca me cansaré de decirlo. Este fin de semana hemos tenido un enésimo ejemplo con la austríaca barbuda, conocida por unos poquitos desde hace un par de años y por toda Europa desde hace un par de días. Conchita Wurst ha hecho que, por la razón que sea, en casi todos los países cogieran el móvil y votaran por ella. Así es como su mensaje ha llegado más allá de la misma gala de Eurovisión: queremos vivir en paz y en libertad.

También en paz con nosotros mismos. Aunque a veces tropecemos, siempre acabamos resurgiendo de nuestras cenizas. Por muy oscuro que parezca el camino, hay que forzar la vista y fijarla en ese destello que se ve ahora a lo lejos. Hay que centrarse en él, por ténue que parezca. Seguir andando para darse cuenta de que unas veces se gana y otras se aprende. No es tu primer bache y no estás sólo. Tienes mil manos a tu alrededor dispuestas a ayudarte a levantar. Una vez te transformes y renazcas, resurgirás como un ave fénix.

Unas cosas acaban y otras están empezando. Trenes que vienen y van. Ilusión creciente y tristeza contenida. Por eso tengo aún más abrazos por repartir. A ti, para darte fuerza en esta nueva etapa, para recordarte que puedes contar conmigo, para que vueles desde la oscuridad. Y a ti también, por ver como cada día me sonríes más, por ir poniendo checks en nuestras tareas pendientes, para celebrar que han vuelto a darle doce puntos y teníamos una apuesta.

Conchita interpretó su tema en primera persona del singular. Resurgiré, voy a volar. Pero cuando volvió a subir al escenario para cantar de nuevo la canción como ganadora, cambió la letra para cantarla en primera persona del plural. Vamos a volar, resurgiremos, volveremos a nacer. Ahí estaremos. Juntos somos imparables.

lunes, 5 de mayo de 2014

Busco un girasol

Hace treinta días se me metió una idea fija en la cabeza: quería comprar un girasol y lo quería en una maceta, para que durara. Empecé preguntando a amigos y acabé rastreando la ciudad en busca de floristerías. Anduve buscando la dichosa flor toda la mañana. Finalmente encontré uno, pero estaba un poco pocho, no era en maceta sino en ramo y le faltaban algunos pétalos, así que acabé comprándolo junto a una gerbera naranja que se encargó de disimular sus defectos. 

El tiempo y la distancia juegan en una dimensión extraña que se contrae y se expande. Parece una escena muy lejana pero en realidad se puede decir que acaba de pasar. Hace poco más de un mes del último episodio de Cómo Conocí a Vuestra Madre. No hace ni quince días que abrieron ese Dunkin' Donuts. Sólo hace una semana que cantamos I'm With You en el sofá con mis gallos. "Take me by the hand, take me somewhere new". Mientras, el girasol cada día ha mirado a levante por la mañana y ha ido siguiendo el recorrido que el sol ha ido trazando hacia el oeste. Lo ha hecho ya treinta veces.  

Son las 15:30 y el chico de las zapatillas verdes se sienta a leer en un parque, entre dos olivos. Está esperando y en realidad apenas puede leer, pues los nervios apartan su mente de la novela. Aún así, no quiere levantar la cabeza hasta el último momento, en que oye que le llaman. Con su camiseta favorita, sus ojos brillantes y su sonrisa nerviosa, el chico de la bandolera dice "qué pasa, Xavi". Se abrazan y el girasol les mira.