Me encantan las novelas y películas que acaban mal. Me fascina que, después de todo el nudo de la historia, el final sea desgarrador. No hace falta que te deje destrozado, como pasa en algunos casos exageradamente crueles, pero el simple hecho de carecer de un final feliz hace muchas veces que la historia sea rabiosamente original. Cuando una novela acaba mal siempre te sorprende, porque en el fondo, mientras lees, estás dando por hecho que todo se arreglará. Es lo que casi todos los lectores esperan.
Si la vida real está llena de historias tristes, de dramas incomprendidos, de sufrimientos crueles y de sueños inalcanzables, ¿por qué la mayoría de ficciones tienen que acabar bien? Estas historias fatales nos recuerdan que los finales no siempre son felices. Que existan finales malos nos hace ser más realistas y no creer que las cosas malas solo nos pasan a nosotros. Al fin y al cabo, después de un desenlace terrible puede haber una nueva historia bonita a punto de empezar.
En vez de buscar desesperadamente ese final feliz, quizá debemos ocuparnos simplemente de tener una existencia feliz. Si la historia finalmente resulta que no acaba con todo el mundo comiendo perdices, estaremos contentos de haber estado sonriendo un montón de tiempo y deberíamos pensar que no tardaremos mucho en volver a sonreír. Así que vamos a ver Antes del Anochecer para despedirnos a moco tendido de la trilogía. Al menos Grecia siempre será un lugar precioso.
2 comentarios:
Ai... Quanta raó. Sempre pensem en els finals, però oblidem de ser feliços en el camí. Que és el que recordarem a la llarga.
Ens haurem de fer un tatuatge que ens recordi en tot moment allò de ser feliços en el camí. Que res no ens xafi la guitarra, Alex.
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