La primera vez que quedamos en Colón me dijiste que no sabías lo que era. "Es que nunca miro hacia arriba", contestaste. Cuando estamos en otra ciudad no nos parece raro andar contemplando continuamente lo que nos rodea. De hecho, lo raro sería no hacerlo. Pero en la nuestra, a menudo se nos pasan muchas cosas por alto.
Un turista podría haberte guiado. ¿Perdone, sabe dónde queda Colón? Claro, al final de la Rambla. O al principio, según se mire. Siempre es fácil saber dónde acaban las cosas y a menudo hay que pensar mucho para acordarse dónde empezaron. Cuando te has perdido, a veces simplemente necesitas mirar hacia arriba.
Arriba está la estatua de Colón, apuntando en la dirección contraria. La gente se fija en eso, en que su dedo no señala a América, que es lo que se supone que debería hacer. A mí me gusta pensar que señala hacia allí porque por allí se sale del puerto, y si quieres llegar a América más vale que le hagas caso o tu barco quedará varado en el Paral·lel. En ocasiones hay que dar un pequeño rodeo para lograr tus objetivos.
Hemos pasado mil veces por muchos sitios sin habernos dado cuenta de lo especiales que eran. ¿Qué tal si nos parásemos de vez en cuando a disfrutar del camino? Como mirar mucho por la ventana en un viaje en tren. Como observar las gaviotas en el puente del Maremàgnum. Como responder al interfono asomándote a la ventana. Mira hacia arriba.
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