Estaba tan ansioso por relajarme que no hacía más que ponerme más tenso y a todo elemento de tranquilidad le aparecía una contraparte de negatividad que me sacaba de quicio. Vas a nadar a la piscina y no paras de chocar contra mujeres torpes que se cambian de carril de repente. Vas a tumbarte al sol a la playa y todos los niños del mundo salen a correr y a gritar y a llenarte de arena. Vas a tomar algo con un amigo en una terracita y cuando por fin te estás relajando aparece un ser minúsculo con vida propia que no deja de ladrar y enervarte. Está claro que cuando estás predispuesto a agobiarte te agobias.
Lo que iba a ser el fin de semana de calentar motores para las vacaciones fue de todo menos relajante. Un bofetón en toda la cara de los últimos coletazos del estrés acumulado. Mi calendario ya marcaba un horario más tranquilo pero mi cuerpo y especialmente mi mente seguían ancladas a la angustiosa rutina de las últimas semanas, de manera que cada granito de arena en el camino se estaba convirtiendo en una insalvable roca. Ahora que todo empezaba a pintar bien yo seguía fijándome en las minúsculas partes negativas. Como en el cuento de la princesa y el guisante. ¿Cómo puede una cosa tan relativamente
insignificante provocar tanto malestar?
Acabo de levantar el cierre por última vez hasta septiembre. Me instalo en este escritorio en el que llevo ya más de 400 días y siento vértigo al pensarlo. En realidad ha pasado todo muy deprisa. El trabajo de aquí, el trabajo de allá, las carambolas del commuting, el sudor en la bici, el frío del invierno cuando entraba a trabajar y ya era de noche... Todas esas cosas parecen que acaban de pasar y que han pasado todas a la vez. Una última curva para llegar a las vacaciones. Un merecido descanso y una esperada desconexión de todo. Mañana podré por fin dormir sin preocupaciones. Apartaré por fin el guisante para poder acurrucarme en tu pecho.
1 comentario:
Surto al teu blog :D
Acompanyat d'un gosset fastigós :S
Gaudeix de la calma, maco!
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